"Los derechos se toman, no se piden,
se arrancan, no se mendigan".
José Martí
Hablar de Derechos Humanos es hablar de autonomía, de autoproducción, de
lucha y de Estado de derecho.
Para empezar los DD. HH. son una
producción socio-histórica. Esto quiere
decir que las declaraciones sobre el tema que
encontramos actualmente no surgieron en
un día soleado en el que algunos señores se reunieron en un cómodo jardín de la propiedad de uno de ellos para degustar una botella
de vino y de paso hablar sobre una
posible legislación que les permitiera una existencia más justa y equitativa
respecto del poder monárquico,
presidencial, etc. Lo que quiero decir es que los DD. HH, como los entendemos modernamente, provienen de
luchas, no caen del cielo. Resultan
más bien de un proceso(siempre sociohistórico) y su fundamento es el
pensamiento social moderno según la cual el ser humano es su autoproducción. La misma se reconoce
como lucha social por el reconocimiento,
como perpetuo cambio. A muchas personas se les olvida que lo que finalmente
está recogido en la legislación actual sobre DD. HH se peleó, y se peleó duro mucho antes, en las
calles; hubo revoluciones y muchos
dieron la vida, irónicamente, para que en
las constituciones de los países
figurara un apartado que los contuviera
y unos tribunales en donde defenderlos.
Y su defensa nos introduce a al menos dos temas: El de la efectividad de su cumplimiento y, por otra parte, el de quiénes pueden reclamar sus Derechos Humanos. En otras palabras, uno de los desafíos actuales(sino el principal) es su reinvindicación ante los tribunales. Aunque esté la norma escrita, los circuitos judiciales no necesariamente van a fallar acorde con esta norma. Por lo tanto, aunque alguien tenga toda la prueba y la razón, no puede saber si un tribunal le va a dar esa razón. Pero, además, ¿Quiénes pueden reclamar sus Derechos Humanos? La respuesta es harto desesperanzadora. Porque hay algo más: Cuando se habla de DD. HH el discurso se centra en individuos/ciudadanos. He aquí la trampa, o el problema, según quiera verse. ¿Tienen Derechos Humanos los niños?, ¿Tiene Derechos Humanos un travesti?, ¿Tiene Derechos Humanos un terrorista?, ¿Tiene Derechos Humanos una trabajadora sexual?, ¿Tiene Derechos Humanos un comunista? o ¿Tiene Derechos Humanos un inmigrante empobrecido? La experiencia nos dice que no realmente o eficazmente al menos. No basta la judicialización para hacer eficaces los derechos, trampa del politicismo. Niños, travestis, terroristas, comunistas, trabajadoras sexuales e inmigrantes empobrecidos son ejemplos de seres humanos vulnerables en las sociedades en que vivimos y para los gobiernos esta gente se podría catalogar inclusive como no-personas, gente que no está sujeta a derecho, gente que amenaza el “Orden, el bien, la belleza o La Verdad” por decir algo. Por desgracia en América latina carecemos de una cultura auténtica de DD. HH. que los acuerpe como se debe. Ya nos advertía el filósofo español Fernando Savater : "La prueba de fuego de una declaración de DD. HH es reconocérselos no al compatriota, al amigo o a quienes nos son más próximos o parecidos, sino al que viene de fuera: al inmigrante (empobrecido, añado yo), al exiliado, al apátrida, al distinto y distante" (Salvador Giner; coordinador(2000) La cultura de la democracia: El futuro. Editorial Ariel, Barcelona. Lo paradójico es que mientras existan estas “no-personas” existirán también discusiones sobre el carácter y vigencia de DD. HH. Por eso una tarea urgente es fomentar una cultura de Derechos Humanos que los acuerpe y defienda.
Y su defensa nos introduce a al menos dos temas: El de la efectividad de su cumplimiento y, por otra parte, el de quiénes pueden reclamar sus Derechos Humanos. En otras palabras, uno de los desafíos actuales(sino el principal) es su reinvindicación ante los tribunales. Aunque esté la norma escrita, los circuitos judiciales no necesariamente van a fallar acorde con esta norma. Por lo tanto, aunque alguien tenga toda la prueba y la razón, no puede saber si un tribunal le va a dar esa razón. Pero, además, ¿Quiénes pueden reclamar sus Derechos Humanos? La respuesta es harto desesperanzadora. Porque hay algo más: Cuando se habla de DD. HH el discurso se centra en individuos/ciudadanos. He aquí la trampa, o el problema, según quiera verse. ¿Tienen Derechos Humanos los niños?, ¿Tiene Derechos Humanos un travesti?, ¿Tiene Derechos Humanos un terrorista?, ¿Tiene Derechos Humanos una trabajadora sexual?, ¿Tiene Derechos Humanos un comunista? o ¿Tiene Derechos Humanos un inmigrante empobrecido? La experiencia nos dice que no realmente o eficazmente al menos. No basta la judicialización para hacer eficaces los derechos, trampa del politicismo. Niños, travestis, terroristas, comunistas, trabajadoras sexuales e inmigrantes empobrecidos son ejemplos de seres humanos vulnerables en las sociedades en que vivimos y para los gobiernos esta gente se podría catalogar inclusive como no-personas, gente que no está sujeta a derecho, gente que amenaza el “Orden, el bien, la belleza o La Verdad” por decir algo. Por desgracia en América latina carecemos de una cultura auténtica de DD. HH. que los acuerpe como se debe. Ya nos advertía el filósofo español Fernando Savater : "La prueba de fuego de una declaración de DD. HH es reconocérselos no al compatriota, al amigo o a quienes nos son más próximos o parecidos, sino al que viene de fuera: al inmigrante (empobrecido, añado yo), al exiliado, al apátrida, al distinto y distante" (Salvador Giner; coordinador(2000) La cultura de la democracia: El futuro. Editorial Ariel, Barcelona. Lo paradójico es que mientras existan estas “no-personas” existirán también discusiones sobre el carácter y vigencia de DD. HH. Por eso una tarea urgente es fomentar una cultura de Derechos Humanos que los acuerpe y defienda.