Hoy da
comienzo de de manera oficial la campaña política (cada vez es más dicífil saber en que momento exacto empieza, de hecho, esta). El mosaico de partidos
políticos que intentan llevar un
candidato a la silla presidencial es enorme para un país tan pequeño tanto en
territorio como en cuanto al padrón electoral (3,5 millones de votantes).
Ideológicamente, de los 31 partidos inscritos a escala nacional (https://www.tse.go.cr/partidos_inscritos.htm),
solo tres defienden un ideario o programa de izquierda (Frente Amplio, De los
Trabajadores y Pueblo Unido) y dos presentan elementos que los podría ubicar en
el centro-izquierda (Encuentro Nacional y Fuerza Democrática). Los restantes 26
son versiones más o menos edulcoradas de
una misma visión de mundo politicista en continuidad y consonancia con el
modelo neoliberal imperante desde principios de los 80 del siglo pasado. Al
decir del diputado y candidato presidencial José María Villalta, son “más de lo
mismo”.
Según les he leído a simpatizantes de partidos de izquierda o con sensibilidades izquierdistas reticentes a vacunarse, su escepticismo se nutre de varios factores, entre ellos, los más destacados son: desconfianza hacia las corporaciones farmacéuticas y preocupación por los efectos secundarios de la inyección.
Resistir
el control y los abusos de las élites económicas y de las corporaciones
transnacionales es un imperativo sensato
de alguien consecuente con principios izquierdistas. Estamos de acuerdo.
Pero la razón también exige sentido común y colaboración. Está demostrado, por
ejemplo, que las dos dosis de la vacuna
contra el Covid-19 previenen una eventual hospitalización en caso de contagio
por el virus. La Caja, en este sentido, no está pagando por un producto de ‘mala
calidad’.
Luego,
hacerse sujeto en un entramado social, es decir, tener capacidad de agencia,
también es un principio valioso del pensamiento y de la práctica de izquierdas.
Pero debemos ser razonables y aceptar que en muchas circunstancias nunca podremos tener el 100% de control sobre lo
que (nos) sucede. Nada nuevo bajo el Sol. Así que esperar, como lo he leído por
ahí, que se necesitan más pruebas para estudiar el virus y eliminar hasta el
último efecto adverso de la inoculación contra el SARS-CoV-2 para aceptar ponérsela, es algo tan irreal como absurdo. “A largo plazo todos
estaremos muertos”, había dicho Keynes para ironizar sobre la toma de
decisiones de manera oportuna y en el corto plazo.
Los partidos
políticos de izquierda así como los movimientos sociales progresistas deben
tomar nota de estos comportamientos de sus militantes y colaboradores. La
pandemia ofrece un escenario a los
grupos organizados de izquierda que hace
del equilibrio, la prudencia, empatía y la colaboración, virtudes
indispensables, signos de responsabilidad ciudadana y de madurez política. Fórmula
útil para ganar simpatizantes, poder
crecer y, quién sabe, algún día hasta para reformular el carácter del poder
desde una silla presidencial.